El tomate

El tomate es la fruta en baya de la tomatera, planta herbácea de la familia de las Solanáceas. Después de la patata, el tomate es la planta más extendida y cultivada por todo el mundo de esta familia.

Un poco de historia

Fueron los exploradores españoles quienes la introdujeron por primera vez en Europa desde Perú y México en el siglo XVI, aunque tuvieron que pasar más de doscientos años para que el tomate empezara a ser aceptado en Francia, Alemania y norte de Europa. Sin embargo, fue mucho mejor recibido en los países del sur de Europa hasta el punto de que hoy es un elemento insustituible de la dieta mediterránea.

En nuestros días, el tomate ha sido redescubierto por los especialistas en nutrición. Se ha comprobado su acción preventiva sobre ciertos tipos de cáncer, especialmente el de próstata, y también sus efectos sobre otros trastornos.

Composición

Aunque el componente mayoritario del tomate es agua (casi el 94% de su peso), contiene una pequeña cantidad de hidratos de carbono (3,54%), principalmente glucosa y fructosa, proteínas (0,85%) y grasas (0,33%).

Sin embargo, el valor nutritivo y dietoterápico del tomate reside en su riqueza vitamínica y mineral, así como en otras sustancias:

  • Vitaminas: La más abundante es la vitamina C, B1, B2, B6, niacina, folatos y provitamina A.
  • Minerales: Potasio, hierro, magnesio y fósforo.
  • Fibra: Contienen una pequeña cantidad (1,1%) de fibra de tipo soluble, que se encuentra en la pulpa y especialmente en la sustancia mucilaginosa que rodea las semillas.
  • Ácidos orgánicos: Especialmente el ácido málico y oxálico. A medida que madura el tomate, disminuye su concentración de ácidos y aumenta la de azúcares. A pesar de sus ácidos, le ocurre como al limón, produce un efecto contrario, es decir, una alcalinización en la sangre, en los tejidos orgánicos y en la orina. Esto se debe a que contienen muchas más sustancias de reacción alcalina (sales minerales) que ácida.
  • Licopeno: Es el pigmento vegetal perteneciente al grupo de los carotenoides, que confiere al tomate su típico color rojo. El tomate rojo es más rico en licopeno que la variedad de tomate de color verde. Según estudios, el licopeno se encuentra presente en la sangre humana, en los testículos, en la próstata y en las glándulas suprarrenales. Además ejerce una intensa acción antioxidante, impidiendo el deterioro que los radicales libres producen en las células del ADN. Interviene en los mecanismos de crecimiento celular. En ausencia de licopeno, las células crecen más desordenadamente. Según investigaciones, el licopeno proveniente del tomate hervido o frito con aceite se absorbe mucho mejor que el del tomate crudo. Por tanto, el tomate cocinado o en salsa son más efectivos que el crudo como fuente de licopeno.

Indicaciones

Como resultado de su composición, el consumo del tomate está especialmente indicado en los siguientes casos:
  • Afecciones prostáticas: Diversos estudios han mostrado que los hombres que consumen habitualmente tomate fresco, en salsa o en zumo presentan un riesgo mucho menor de padecer cáncer de próstata. Por tanto, el consumo habitual de tomate favorece el buen funcionamiento de la próstata en general, además de evitar la degeneración cancerosa de sus células, y reduce el crecimiento excesivo de esta glándula (hiperplasia benigna de próstata) tan frecuente en hombres a partir de los 50 años.
  • Depurativo: El tomate es un gran alcalinizados de la sangre, con lo que neutraliza y facilita la eliminación de los residuos metabólicos que en su mayor parte son de naturaleza ácida. Además es diurético. Su uso habitual es muy recomendable para "limpiar" la sangre en caso de gota (exceso de ácido único), insuficiencia renal con aumento de urea en sangre, o intoxicación crónica por una alimentación rica en carnes y proteínas de origen animal.
  • Depresión inmunitaria: O disminución de las defensas. Por su riqueza en vitaminas y minerales, y sobre todo en carotenoides antioxidantes (licopeno y beta-caroteno), el tomate es un estimulante natural de las funciones inmunitarias, es decir, que aumenta las defensas antiinfecciosas del organismo.
  • Arteriosclerosis: Por su acción antioxidante, el tomate evita la oxidación del colesterol transportado por las lipoproteínas de baja densidad o LDL (colesterol malo), que da lugar al estrechamiento y endurecimiento de las arterias (arteriosclerosis). El tomate previene trastornos de la circulación arterial, incluida la angina de pecho y el infarto de miocardio.
  • Cáncer: Según estudios, además de proteger contra el cáncer de próstata, el consumo habitual de tomate previene igualmente el cáncer de boca, esófago, estómago, colon y recto. Es altamente protector en todo tipo de cánceres del aparato digestivo.

El tomate y el ácido oxálico

Durante mucho años se ha estado prohibiendo el tomate a los que padecen de cálculos renales, debido a su contenido en ácido oxálico. Esta sustancia junto con el calcio forman sales insolubles (oxalatao cálcico), las cuales precipitan en forma de cálculos o piedras.

Sin embargo, no hay razón para eliminar el tomate  de la dieta de los enfermos renales. Su contenido en ácido oxálico es muy bajo (5,3 mg/100 g), similar al de muchos otros alimentos e inferior al de la lechuga (17 mg/100 g), el té (83 mg/100 g) o las espinacas (779 mg/100 g).

Además, el tomate es un buen diurético y depurativo que facilita la función renal.

Bibliografía:





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